martes, 29 de marzo de 2011

A oídos necios, palabras mudas

A propósito del post de mi querida colega, amiga y compañera de güereses, la Sutla (cuya divertida y enriquecedora lectura recomiendo), sentí la necesidad de escribir un poco sobre mi opinión en lo que a tolerancia y diálogo se refiere (o algo así).

No hace mucho yo era una pequeña escuincla de coletas (bueno, de coletas no, pero es un decir) que defendía sus opiniones y creencias hasta el punto del enojo... #todomal. No tan poco a poco y a punta de fregasos, la vida me enseñó que siempre hay maneras finas de interactuar en un diálogo sin la penosa necesidad de ponerse colorada y aventar frases viscerales. No digo que ahora sea yo toda una sabiacontroladoradeemocionesviscerales, sino que pues de perdis mi sentido arácnido ya me avisa más cotidianamente cuándo debo ponerle on a la tolerancia, cuándo debo callarme, escuchar y aprender, y cuándo debo argumentar.

No obstante, hay algunas ocasiones en que mi botón de on requiere refuerzos extras y la verdad es que casi nunca estos momentos tienen que ver con el contenido de lo que otras personas opinan, sino más bien con la manera como lo hacen.

Y es que en repetidas ocasiones me ha tocado fletarme ese discurso de que, por ejemplo, si crees en Dios es porque mediocremente es la solución para no preguntarte nada más de la vida; y más veces quizá he escuchado eso de que si eres católica, seguramente no tienes criterio propio y eres medio corta de pensamiento. Algunas personas no piensan que yo sea creyente o católica cuando recién me conocen, y por eso es que me entero de todo esto (la verdad no sé si eso significa que me consideran lista o más bien muy libertina para ser creyente).

Actualmente casi nunca me rehúso a hablar de lo que creo, pero vaya, uno sabe cuándo y cómo alguien te pregunta por el deseo auténtico de saber o comenzar un diálogo, y cuándo y cómo lo hace con las ganas de chingar, burlarse, dar la contra, persuadir o confrontar. En el segundo caso, en lo personal prefiero dejar hasta ahí la charla al respecto.

Muchas veces he escuchado a personas a las que quiero y respeto, y quienes como yo admiran y defienden a capa y espada la libertad y el respeto a las creencias y cultos indígenas, burlarse en grupo de ideologías o ritos católicos, o de otras doctrinas (unas veces más explícitamente que otras). También me ha tocado ver a los que estando conmigo escuchan y respetan mis creencias, pero en grupo, se burlan de ellas ante mí.

Malamente, algunas ocasiones cuando uno dialoga el propósito no es escuchar y aprender del otro, sino imponer nuestra razón. En mi muy humilde opinión, creo que debemos entender que algunas veces, sin importar nuestros argumentos, no vamos a lograr que las otras personas piensen como nosotros y tampoco deberíamos intentarlo. Otras sin embargo, no debemos ser tan reacios a cambiar de parecer, sobre todo cuando los argumentos del otro se sustentan en años de estudio sobre el tema, como dice la Sutla. Yo digo que se trata de compartir opiniones, estar abiertos a aprender de las de otros, cambiar nuestras ideas si lo amerita, no hacerlo si no lo amerita, y no tratar de demostrar a toda costa que lo que creemos nosotros es LA verdad.

Seguramente estoy escribiendo cosas que ya todos sabemos y con las que todos comulgamos, porque en nuestro mundo, la mayoría de las veces somos los más congruentes, pero bueno, mi querido Be dice que no debo pensar tanto mis entradas si quiero postear más.

Damn, ya casi no escribo cosas graciosas...

2 comentarios:

  1. En lugar de cerrar con "Damn, ya casi no escribo cosas graciosas..." pudiste haberlo hecho con "Ninjas, damn." y hubiera sido muy gracioso. :)

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  2. Ninjas, damn, ¿por qué no se me ocurren esas cosas graciosas? =(

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