lunes, 29 de junio de 2009

¿Será?

¿Será que no es no, pero no es sí y sí es no?
Estar cuerda nunca es suficiente y la locura requiere un grado más de cinismo, porque ser Luke deseando ser Anakin, no funciona.

jueves, 25 de junio de 2009

Interminablemente

Alguna vez alguien me contó su deseo, cuando niño, de construir una grabadora de sentimientos; de esas que al apretar un botón de reward permitiera experimentar una y otra vez la misma sensación. Sinceramente me pareció una excelente idea, potencialmente patentable, además.

No sé cómo, de esas cosas “sin importancia” que se quedan en mi cabeza, pero mantuve la idea en mi creciente archivo de cosasquevuelvendelanadaamimente. No soy ingenierA, tampoco científicA, y mucho menos inventorA; de serlo, no me parecería muy descabellado emprender la ambiciosa investigación rumbo al Premio Nobel de la Exploración al Interior Humano (conmemoración que también se inauguraría gracias a mi innovador aparato). Pero como no lo soy, un día de paseo con mi perro me limité a pensar en que hay “algo” capaz de sustituir el complicado invento.

No es que no lo hubiera notado antes, quizá sólo no lo había relacionado. La primera persona a la que le escuché definirlo decía: “es el arte, del bien combinar los sonidos con el tiempo”. Dejando de lado la interrogante filosóficas de ¿qué es “bien”?, me parece una definición bastante acertada.

Música, el eterno resplandor de una mente sin recuerdos, sustantivo conjugado en los verbos ser y estar.

A la distancia en tiempo y espacio de un sentimiento/sensación, si usted desea reconstruir la ensalada de pimientos melancólicos, lechuga sorprendida y tomates ansiosos, bañada con ese aderezo de vinagre enamorado, por favor tome nota de la siguiente receta inglesa: una gruesa capa de piano eléctrico, un chorro de batería vertido sutil pero constantemente, dos pizcas de maracas, varias rodajas de sintetizadores, un bajo bien cernido, coros rayados y una voz sexy al gusto (alright).

Bien combine los ingredientes con un tiempo de 4/4 y el acorde de La menor, y ¡voilà!: la sensación interminable de absolución, en sus tripas. Para acompañar, imágenes de la primera vez: noche de lluvia intensa de Zihuatanejo a Guadalajara en un pequeño auto blanco con parabrisas alocados, “bienvenido a”/“gracias por venir a”, silencio natural y audífonos acompañando la suculenta soledad interna del momento.

Interminablemente ahí y para siempre.

Bienvenida yo.