jueves, 25 de marzo de 2010

Así lo veo yo

A lo largo de mi vida, varias veces he comentado con mis amigos la impotencia que en repetidas ocasiones hemos sentido a causa de que la información que obtenemos de muchos de los sucesos más importantes de México y el mundo, provenga exclusivamente de los medios de comunicación masiva (dígase televisión, periódicos, radio). Hemos hablado sobre la necesidad de buscar fuentes de primera mano para tener un juicio más crítico, basado en la verdad de los hechos, porque con lo que nos dicen los medios “no se sabe”.

Esta semana he experimentado, como pocas veces en mi vida (y lo tomo casi como un regalo personal, aunque lamentablemente surja de una tragedia), el tener una visión un tanto más holística de los hechos sobre la balacera que dejó muertos a dos estudiantes
(Jorge Antonio Mercado Alonso y Javier Francisco Arredondo Verdugo) del Tecnológico de Monterrey, el pasado 19 de marzo.

Soy ciudadana mexicana, soy egresada del Tecnológico, soy actual empleada del mismo, vivo a unas cuantas cuadras de la Institución y si de algo más vale, soy comunicóloga. Como consecuencia de esto, he podido obtener información no sólo a través de los medios, sino también de los discursos que los rectores han dado a los alumnos, los boletines de prensa y comunicados que se han transmitido al interior de la comunidad Tec, lo que se dice en las redes sociales, lo que se escucha hablar a los empleados en el comedor, a los alumnos en los pasillos, a los amigos en las charlas, y si no a los encargados de vigilancia, porque no les he preguntado. Las instalaciones del Campus Monterrey son parte de mi día a día desde hace siete años. Conozco sus entradas, cuáles están cerradas en qué horarios, los baños más cercanos a cada una de ellas, los sentidos de las calles aledañas, etc.

Quienes me conocen saben que fan número uno del Tec, nunca he sido. Saben que si le he encontrado algo criticable, se lo he criticado y que siendo ahora su empleada, llevar la camiseta puesta me cuesta a veces tanto. Pero nunca como hoy he sentido tantas ganas de aplaudirle.

Debo decir (como otras veces he debido decir lo que no me ha gustado) que estoy agradablemente sorprendida y orgullosa de la postura y las acciones que el Tecnológico ha tomado luego de este suceso. Escribo este post por mis amigos que están lejos y que como yo en otras ocasiones, tienen dificultades para no basar su opinión en lo que en los medios y las redes sociales se dice. Si de algo les sirve, esta es mi visión:

Es cierto que fue un error por parte del Tecnológico de Monterrey, afirmar en un principio que las personas muertas eran dos sicarios. Sin embargo, creo que no hay mejor respuesta ante este error que aceptarlo como tal, cosa que Rafael Rangel, rector de la Institución, hizo inmediatamente. Esto en lugar de escudarse (como hizo la Procuraduría) diciendo que “ese comunicado era información no oficial”.

A la Comunidad Tec, Rangel le dijo: “protestar es válido, pero debemos proponer”. Lamentablemente, algunos medios, gente en las redes sociales (que a mi parecer hablaron sólo de oídas) e incluso políticos como el señor Federico Arreola en sus mensajes de Twitter y
sus columnas, malinterpretaron su mensaje y optaron por escupir a todas lenguas que “el rector pedía a sus alumnos no protestar”. A mi criterio, es distinto decir que protestar no es suficiente, a decir que no se debe protestar.

Nunca como hoy, había yo visto a la comunidad Tec (alumnos, maestros, empleados, egresados y padres de familia) tan unida y con tantas ganas de actuar. Lamentablemente en otras ocasiones ha reinado la pasividad y si bien nos iba, sólo algunos estaban enterados de lo que pasaba y a menos aún les interesaba. Que si por el hecho de que sean muertes relacionadas con el “memorable” e “influyente” Tecnológico de Monterrey, se le ha dado una mayor cobertura; que el morbo y el chisme han estado presentes; que quizá se ha exagerado al hablar de las virtudes de los alumnos asesinados (no digo que no las tuvieran, sólo que, a mi parecer, se ha hablado de ellas en demasía); que en México mueren personas todos los días por las mismas causas y el mundo no se entera, o de hacerlo, no le presta atención; todo esto es cierto. Pero vaya, si sabemos que casos como éste son comunes y casi ninguno tiene la oportunidad de tomar tal importancia, ¿por qué no aprovechamos la oportunidad que se nos presenta ahora?

Reunido con empleados y alumnos del Tecnológico, hoy el Dr. Rangel nos dijo estar preocupado porque si se llegaba a averiguar la verdad de este caso, si se lograba comprobar que estos chicos no eran sicarios (como la Procuraduría había informado), si se podía investigar dónde quedaron sus credenciales y por qué se había ocultado su identidad, es porque fueron alumnos del Tecnológico de Monterrey y porque se tienen los medios y la atención de la sociedad para esclarecerlo, pero ¿cuántos ciudadanos han muerto ya?, y ¿a cuántos de ellos se les habrá llamando sicarios? “No pretendemos estar en contra del gobierno ni del ejército, queremos fortalecer las instituciones”, dijo.

Tenemos los reflectores puestos en nosotros y al decir “nosotros” me refiero a quienes de alguna manera somos parte del Tec. Somos nosotros quienes más y mejor información tenemos; quienes podemos preguntarle a un amigo que escuchó; quienes conocemos a qué hora se cierran las puertas, dónde están los baños en donde se escondieron los vigilantes y las costumbres de los alumnos de salir a cenar tarde; quienes hemos visto la biblioteca llena a las cuatro de la mañana en temporada de exámenes; vaya, quienes tenemos la posibilidad de saber por y desde varias fuentes, de atar cabos y deducir. Somos también los que mejor hemos sentido el ambiente de luto, indignación y miedo que se ha vivido (sobre todo quienes estamos en el Campus Monterrey). NADIE que esté fuera de aquí, por muy “tuitero” o “político crítico” que sea, puede saber mejor que nosotros lo que se siente en el ambiente, la rara sensación de que confiar en lo que el rector dice sea fácil al ver que se le quiebra la voz y que su semblante está triste, y darse permiso de pensar que no es una actuación.

Egresados, alumnos, maestros, empleados, familias del Tec, tenemos hoy los reflectores puestos en nosotros y nunca como hasta ahora habíamos tenido tanta oportunidad de que nuestras protestas y peticiones se hicieran públicas. ¿A cuántas personas se han asesinado y se les ha llamado sicarios sin serlo? (sea o no el caso de estos estudiantes). Esta situación es prueba de que pasa, de que se asesina a gente y se oculta su identidad. ¿Dónde están esas credenciales que quienes somos parte del Tec sabemos que es común portar por la necesidad no tanto de entrar al Tec, sino de sacar libros y entrar a las salas de cómputo? Éste es el caso que tenemos a la mano para reclamar todos los anteriores, porque es el que mejor podemos conocer.

Por primera vez en mi camino recorrido en el Tec, hay un consejo de seguridad formado por alumnos y empleados en el lapso de una semana, o un
foro en donde se nos piden nuestras propuestas para ser entregadas al Presidente de México, con el apoyo de las autoridades del sistema del Tecnológico de Monterrey. A lo que me refiero es que no somos nosotros en nuestra asociación civil juntando firmas, son nuestras propuestas llevadas al gobierno a través de los representantes de una de las universidades más prestigiadas del país. Y si bien esto no arreglará a México, no veo cuándo hemos tenido o tendremos mejor oportunidad para hacernos escuchar.

A la gente que está afuera y que busca motivos para criticar, que lee entre líneas maldad superflua y aplasta las acciones correctas por el deseo de causar polémica; a los que nos llaman “borregos”, condenan que estemos a favor de las medidas que ha tomado el Tec y piensen que por ser parte de la Institución nuestra opinión y visión es poco crítica, yo les digo que desde adentro se ve distinto, que los que estamos cerca tenemos otra percepción y que nuestra opinión está basada en más fuentes y vivencias que las que el promedio tiene al alcance.

No sé si este tema pase de moda y se le de carpetazo, espero que no, aunque quizá es bueno conservar un tanto de escepticismo y pensar en tener que disculparme por la publicación de este post; pero he asistido a muchos informes de Rafael Rangel Sostmann y nunca como el día de hoy había visto a la comunidad emocionarse al punto de ante un proyector, desde una sala remota, sin si quiera estar ante la presencia del rector, aplaudir al escucharlo decir “si quieren hacer una protesta, yo los apoyo, pero tenemos que ir más allá”. Fue como cuando en el cine, al final de una muy buena película, el público aplaude de gusto. Es ilógico porque el destinatario no recibe los aplausos, nadie los ve, pero provienen de un sentimiento real.