jueves, 13 de enero de 2011

En mis manos me encuentro yo

Más veces de las que quisiera desisto de mis juveniles y esperanzadores ideales. Sobre todo en los últimos años me he preguntado varias ocasiones si sirve de algo lo que hago (o intento hacer) todos mis días para tratar de respaldar estas convicciones; si la cubeta bajo mi regadera o la basura separada tienen sentido; si dialogar, protestar y escribir en este blog realmente sirve de algo.

No… muchas veces me he respondido que no y aunque esto no me lleva por otro camino, soy dura y me obligo a ver la “realidad”, a saber que si bien mis convicciones deben seguir, no arreglarán el mundo ni lo salvarán del pique, que básicamente no sirven de mucho.

Otras veces sin embargo (y afortunadamente para mi cordura) recobro un poco la sensatez. Me salgo de la vida conceptualizada y recupero la visión de que eso a lo que llamamos “mundo” es, como todo término creado por el hombre, algo muy subjetivo.

Quizá desde lo general y al compararse con los miles de millones de casos no resueltos y demás problemáticas sociales, un juicio político contra jueces corruptos, avariciosos, insensibles y deshumanizados, es insignificante e intrascendente. Pero para los familiares de Marisela Escobedo y Rubí Frayre es una pequeña parte de victoria, y quizá este caso se hubiera olvidado de no ser porque asociaciones como el Movimiento Ciudadano por la Paz y Vida Digna en Chihuahua, expresaron fuertemente su desacuerdo e indignación.

Pareciera que poner velas alrededor de un edificio gubernamental no arreglaría el mundo, pero estoy segura de que arregló un poco el de cada integrante restante de la familia Frayre Escobedo.

El mundo interior de cada persona es, en mi opinión, tan valioso como aquel al que definimos bajo este concepto. Si un mundo interno obtiene una victoria, aprendizaje o evolución, ha valido la pena, porque es esta realidad con la que finalmente vivimos más de cerca en el día a día y, en últimas cuentas, no hay países evolucionados sin personas evolucionadas.

Muy pero muy probablemente, yo no viva para ver regresar a la sociedad por el camino del bien. Pero mi mundo, mi realidad personal, evoluciona, se contradice, se deshace, y se rehace todos los días gracias a mis acciones. Y dado que es esa realidad con y en la que vivo la mayor parte del tiempo, la cubeta bajo mi regadera (que no detendrá la escasez de agua, pero me ayudará a apreciar este recurso), la basura separada (que no evitará la contaminación, pero me enseñará a ser responsable con el medio ambiente) y mi escritura en este blog (que no solucionará los conflictos sociales, pero me motivará a alzar la voz y a evolucionar personalmente), valen la pena.